"Verdaderamente, el hombre es el rey de los animales,
pues su brutalidad supera a la de éstos".
Leonardo Da Vinci
Os presento a Micky:


¿A que es preciosa?
Ése nombre le pusimos, medio de risa, cuando la vimos por primera vez en Yetas, creíamos que no tenía dueño, que era macho y no se separaba de nosotros.
Poco a poco, fin de semana tras fin de semana, Micky se fue haciendo amiguita nuestra: se venía con nosotros cuando hacíamos excursiones; nos guiaba de vuelta cuando no sabíamos qué camino seguir; siempre se aseguraba de que nadie se quedara atrás, y esperaba hasta que el último excursionista se reuniese con el resto; se alegraba cada vez que llegábamos y se ponía triste y nos seguía cuando nos marchábamos, se pegaba las carreras más veloces del mundo solo para saltarnos encima...
Es muy fácil cogerle cariño a Micky porque, además de todo, es una perrita muy cariñosa, muy buena y obediente y muy agradecida.
El caso es que Micky sí que tiene dueños. Bueno, Micky no, Estrella, que es como ellos la llaman. Porque Micky no tiene dueños, tiene amigos y somos nosotros. Lo bueno del asunto es que los dueños de Estrella pasan de ella, y ni siquiera viven en el pueblo para ver cómo está, ni se pasan a menudo por él para darle de comer, o llevarla a vacunar, o desparasitarla... Pasan de ella, sí, pero para lo que les conviene...
Porque ayer Micky dio a luz a cinco pequeños cachorritos, y los dueños habían pedido un favor a un vecino: que cuando la perrita pariese, acabara con sus crías.
Abel me acaba de llamar desde allí y me ha dicho que esta mañana los vieron, que eran muy pequeñitos, y que Micky no paraba de lamerlos y de estar pendiente de ellos. Eso, esta mañana, porque esta tarde apareció nerviosa, escarbando por todas partes. A Abel le extrañó que hubiese dejado a sus crías solas, así que volvió con ella al lugar donde había dado a luz, y no había ni rastro de los pequeños.
No creo que sea necesario que os cuente cómo acaba la historia...
¡Qué suerte tiene el dueño de Estrella! Cuando vuelva por el pueblo, no habré cachorros pesados que le incordien.
Y la pobre Micky, y los que la queremos, hechos polvo...
Hay cosas que no podré entender jamás. Hay costumbres de los pueblos, que no podré entender (ni compartir, ni aprobar) jamás. Y menos, habiendo otras formas de controlar la natalidad antes de que se queden preñados, si es que tanto les molesta que haya perritos por el campo.
Mierda de sábado...
ESTADO ACTUAL:
jodida